ARTICULO POR LEONEL FERNANDEZ
En el transcurso de esta semana, la comisión integrada por senadores y diputados, que tiene bajo su responsabilidad el estudio y anĆ”lisis de los proyectos de leyes sobre partidos polĆticos y rĆ©gimen electoral, entrarĆ” en una fase crucial. EmpezarĆ” a examinar los temas mĆ”s controversiales y conflictivos que aparecen en la primera de las referidas piezas legislativas.
Luego de mĆ”s de dos meses de reuniones continuas, los miembros de la Comisión Bicameral han logrado aprobar 40 de los 77 artĆculos que tiene el proyecto de ley de partidos polĆticos.
La aprobación de esa norma que ha de reglamentar el funcionamiento de las organizaciones polĆticas en el paĆs es un viejo reclamo que se encuentra en la agenda del Congreso Nacional desde hace cerca de 12 aƱos.
Algunos se preguntarĆ”n por quĆ© ha ocurrido asĆ. Por quĆ© se ha tomado tanto tiempo aprobar una ley de partidos polĆticos. ¿Es que ha faltado voluntad polĆtica entre los partidos para establecer una ley que los regule? ¿Es que no ha habido interĆ©s al considerarse que tal tipo de legislación les resultarĆa perjudicial? Se podrĆ”n tejer miles de conjeturas.
Pero yo, que he estado en el epicentro de los acontecimientos puedo asegurar que, por lo menos dentro de las filas del Partido de la Liberación Dominicana, no ha habido tal falta de interés.
Dentro de su ComitĆ© PolĆtico se ha estudiado y discutido en mĆŗltiples oportunidades, y el criterio unĆ”nime de sus integrantes es que se proceda con su aprobación. Creo que le ha llegado la hora.
Hasta ahora, sin embargo, es mucho lo que República Dominicana ha avanzado en su proceso de reforma y modernización del Estado. Desde el 2010, de conformidad con el criterio de varios prestigiosos juristas internacionales, cuenta con una de las constituciones mÔs modernas y avanzadas de Iberoamérica.
Pero, ademĆ”s, ha procedido, entre otras, a una reforma administrativa y financiera del Estado; a una reforma judicial; a una ampliación y mayores garantĆas en el ejercicio de derechos fundamentales; a una mĆ”s amplia descentralización del rĆ©gimen municipal; y a nuevas exigencias de transparencia y rendición de cuentas.
No obstante, para seguir avanzando hacia el fortalecimiento de nuestras instituciones democrĆ”ticas hace falta consolidar el sistema de partidos polĆticos, a los fines de que puedan afianzar su rol de instrumento de participación polĆtica de la ciudadanĆa y de intermediarios entre el Estado y la sociedad.REGULACIĆN DE LOS PARTIDOS
Naturalmente, no es que los partidos polĆticos hayan estado operando en nuestro paĆs sin ningĆŗn tipo de reglamentación. No es asĆ. La actual ley electoral, la nĆŗmero 275-97, dedica dos tĆtulos y 37 de sus artĆculos al rĆ©gimen de partidos polĆticos, desde el 41 hasta el 78.
En esos dispositivos legales se hace referencia a las condiciones para el reconocimiento de los partidos; su personalidad jurĆdica; de las formas de financiación; de las fusiones, alianzas o coaliciones; de la nominación de candidatos; y hasta de las causas de su extinción.
En la RepĆŗblica Dominicana el rĆ©gimen de partidos polĆticos se encuentra constitucionalizado.
En el artĆculo 216 de nuestra Carta Magna se consigna que en nuestro paĆs la organización de partidos, agrupaciones y movimientos polĆticos es libre; y que su conformación y funcionamiento solo dependen de que sean de conformidad con la ley.
MĆ”s aĆŗn, segĆŗn la propia Constitución, los fines esenciales de los partidos polĆticos son, entre otros, garantizar la participación de los ciudadanos en los procesos polĆticos que contribuyan al fortalecimiento de la democracia; respetar el pluralismo polĆtico mediante la propuesta de candidaturas a los cargos de elección popular; y servir al interĆ©s nacional, al bienestar colectivo y al desarrollo integral de la sociedad dominicana.
Para lograr esos objetivos es que en estos momentos se reclama, con carĆ”cter de urgencia, la aprobación de una ley de partidos polĆticos, ya que resulta esencial para el adecuado funcionamiento de la democracia.
Debido a que la Comisión Mixta ya ha aprobado mĆ”s de la mitad de los artĆculos que contiene el proyecto de ley, ahora, como han dicho sus voceros, se proponen examinar los temas mĆ”s complejos y peliagudos.
Entre esos temas se encuentran el del reconocimiento a los partidos con el dos por ciento de los votos vĆ”lidos emitidos en las Ćŗltimas elecciones generales; el de las causas para la pĆ©rdida de la personerĆa jurĆdica del partido o de la agrupación polĆtica; el de la cuestión de gĆ©nero o cuota de la mujer; el del porcentaje de candidaturas para la alta dirección de los partidos; el del financiamiento pĆŗblico y privado; y el de la organización de las primarias y uso del padrón electoral para la selección de candidatos para puestos de elección popular.DIVERSIDAD DE CRITERIOS
La complejidad de la tarea que tienen por delante los legisladores se debe, entre otros motivos, a que no existe una legislación de validez universal que pueda servir de referencia o paradigma.
Sobre los variados tópicos a ser abordados, los paĆses, sobre todo en AmĆ©rica Latina, tienen legislaciones muy disĆmiles entre sĆ.
Por ejemplo, en lo relativo a los votos vÔlidos emitidos para que un partido mantenga el reconocimiento legal, en Chile, Guatemala y Perú, se requiere el 5 por ciento. En Nicaragua y PanamÔ, el 4 por ciento; en Bolivia y Colombia, el 3 por ciento; en Argentina y México, el 2 por ciento; y en Brasil no se requiere nada.
Entre nosotros se discute que sea un dos por ciento, pero hay quienes sugieren que sea mĆ”s o que sea menos. ¿Cómo resolver? ¿CuĆ”l serĆ” el criterio para decidir? En cuanto a la cuota femenina, o el porcentaje a ser asignado para las candidaturas de las mujeres, en Ecuador, Nicaragua y Venezuela, es de un 50 por ciento, o paridad de gĆ©nero; en MĆ©xico es de 40 por ciento; en Chile, Colombia, El Salvador y Guatemala, es cero.
En el caso de República Dominicana, se contempla que sea de 33 por ciento, como actualmente se prevé en la Ley 275-97, sobre asuntos electorales.
En algunas legislaciones de los paĆses latinoamericanos no se concede derecho para que la alta dirección de los partidos pueda reservarse la facultad de escoger candidatos. En otras, el porcentaje llega hasta 40 por ciento. AquĆ contemplamos que sea de 20 por ciento.
El del financiamiento a los partidos es uno de los aspectos mĆ”s espinosos. La propuesta que figura en el proyecto de ley es que en RepĆŗblica Dominicana , en lo concerniente a la distribución de los recursos económicos del Estado, un setenta y cinco por ciento sea distribuido en función de los votos obtenidos en la Ćŗltima elección, y un veinticinco por ciento en partes iguales entre todos los partidos. Influidos por el sistema norteamericano, la mayorĆa de los partidos latinoamericanos han adoptado el mecanismo de las elecciones primarias para la escogencia de sus candidatos.
Esas elecciones primarias pueden ser abiertas, lo que significa que pueden votar todos los ciudadanos, con el padrón del órgano electoral; o pueden ser cerradas, en cuyo caso sólo pueden ejercer el derecho al sufragio los miembros de la institución con su padrón de registro de militantes.
En el artĆculo 32 del proyecto de ley de partidos se establece que para la selección de las candidaturas de las organizaciones polĆticas para la Presidencia de la RepĆŗblica, Senadores, Alcaldes y Regidores, se realizarĆ”n primarias simultĆ”neas utilizando el padrón universal de la Junta Central Electoral.
Actualmente, ese método en América Latina sólo se utiliza en Argentina, Chile y Uruguay.
Como puede apreciarse, son diversos los criterios que se emplean para definir los contenidos de una regulación del sistema de partidos polĆticos en un paĆs.
Pero a pesar de esa diversidad, lo que emerge como elemento en comĆŗn es la necesidad de que a travĆ©s de una ley de partidos se estimule la participación de los ciudadanos en los procesos polĆticos; haya mayor democracia interna en los partidos y reglas claras para la competencia electoral; se promueva la transparencia en la financiación de las organizaciones polĆticas; se incentive la participación de la mujer en la actividad polĆtica; se fortalezca la democracia; y se eleve la calidad del debate pĆŗblico.
Si con la aprobación de la ley de partidos, hoy en manos de la Comisión Bicameral, podemos cosechar todos esos logros, podremos decir, a pesar de la larga espera, que bien vale una misa.
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