El reinicio de las universidades



En estos días, los líderes de las universidades dominicanas han informado acerca del reinicio de la docencia en las modalidades presencial y semipresencial. Las instituciones de educación superior desean ver y sentir en sus campus y aulas la presencia física de sus estudiantes.

 Ahora bien, su reinicio debería estar anclado a perspectivas más sistémicas y globales. Por ejemplo, partir de una evaluación de su desempeño social y académico en el marco de los desafíos que impone la cuarta revolución industrial 4.0 y los efectos derivados de la pandemia COVID-19.

La crisis multidimensional y global del coronavirus, más los grandes cambios que giran alrededor de la revolución tecnológica, son, sin duda, los referentes obligados al momento de tomar una decisión importante e implementar cualquier estrategia de mediano y largo plazo. Es precisamente en este ámbito donde el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (MESCYT) y las autoridades de las universidades deberían hablar de reinicio. 

No es estratégico reiniciar la docencia universitaria como si nada hubiese pasado. Hay que entender que la pandemia y la revolución tecnológica lo han cambiado todo.

Reiniciar con la misma oferta académica, el mismo nivel de conocimiento de los docentes, con las mismas infraestructuras físicas, con los mismos modelos de aprendizajes, con la misma carencia de tecnología en las aulas, con la misma exigua remuneración al trabajo docente, con la misma miopía en torno a la investigación y desarrollo y con la mismísima concepción mercantil que siempre ha existido con respecto a la educación, sería igual que caminar de espaldas a la realidad presente y futura.

Los requisitos básicos para reiniciar la docencia universitaria, tanto en República Dominicana como en otros países del mundo, deberían partir de una mirada sistémica, objetiva y critica en torno a las tendencias que subyacen en los mercados laborales, en los nuevos empleos, en el futuro de la economía, en las nuevas profesiones para atender los requerimientos de los sectores productivos de la nueva realidad.

El MESCYT y la Asociación Dominicana de Rectores de Universidades (ADRU), bien harían en no continuar visualizando y gestionando la educación superior como hasta ahora lo han hecho. Los efectos de la COVID-19 y la cuarta revolución industrial 4.0, lo han cambiado todo. 

Con humildad y actitud crítica, hay que aprender de los errores que se cometieron en el pasado, para no repetirlos en el presente y futuro. Reiniciar la misión de las universidades en la nueva realidad, es una tarea compleja y desafiante, que hay que hacer todo lo posible para llevarla a cabo.

Ahora más que nunca, las universidades que piensan, deciden y actúan tomando como marco de referencia las tendencias y expectativas que interactúan alrededor de los entornos social, económico, político, cultural, laboral, educativo y medioambiental, podrían reconvertirse en uno de los medios más confiables y seguros para asumir con éxito los retos y desafíos que han traído consigo la revolución tecnológica y la pandemia COVID-19. 

Los que tienen la responsabilidad de guiar el quehacer de las instituciones de educación superior del país, tienen que priorizar más la calidad que la cantidad, aunque esta decisión merme sus ingresos financieros.

Antes de que la cuarta revolución industrial 4.0 y la pandemia COVID-19 fuesen una realidad, eran las universidades las que decidian qué deberían estudiar los jóvenes. En cambio hoy, son la estructura, el comportamiento y las necesidades de los mercados que determinan las habilidades y competencias que éstas deben desarrollar en el talento humano que se insertará en los empleos y economía del futuro.

 No hacer nada, o demasiado poco, es caminar como sonámbulos hacia una situación de creciente desigualdad social, desequilibrio económico, injusticia y degradación ambiental. (COVID-19: El gran reinicio, Klaus Schwab y Thierry Malleret, 2020. Pág. 274).

Dentro de este orden de ideas, debería captar la atención de las autoridades del MESCYT y de la Asociación Dominicana de Rectores de Universidades (ADRU), la iniciativa que viene desarrollando el INFOTEP, concerniente a la realización de una Consulta Nacional sobre el Futuro de la Formación Técnico Profesional en la Republica Dominicana, la cual tiene como objetivo general promover la participación de la sociedad dominicana como un todo, en la definición del rumbo futuro de la FTP, especialmente de los sectores empresarial, laboral, gubernamental, de los participantes y egresados de la de la FTP, personal del INFOTEP, así como de los actores académico y técnico, social, productivo, de la clase política y de los medios de comunicación.

Hay que felicitar al Director General del INFOTEP, profesor Rafael Santos, y a sus colaboradores nacionales e internacionales, por la valentía y proactividad en buscar alternativas que les permitan llevar a cabo un reinicio que dé respuestas significativas, sistémicas y sostenibles a cada uno de los retos, expectativas, amenazas y oportunidades que han generado los múltiples efectos de la pandemia COVID-19 y con los desafíos impuestos por la revolución tecnológica.

Es loable que siendo el INFOTEP la institución más joven del Sistema Educativo de República Dominicana, haya tenido la idea, la visión, el coraje, la energía, la proactividad y la determinación para impulsar una iniciativa tan esperanzadora como la consulta nacional, que arroje datos confiables y pertinentes para conocer y gestionar el futuro de la Formación Técnico Profesional en la sociedad dominicana. 

El reinicio de las universidades no puede reducirse solo a docencia presencial y semipresencial, así como ofertar las carreras profesionales de siempre. El reinicio tiene que enmarcarse en la lógica de dar respuestas a los requerimientos de la cuarta revolución industrial y a los desafíos resultantes del coronavirus.

El recomenzar estratégico y sostenible de las universidades dominicanas, no debería llevarse a cabo al margen de un dialogo consultivo sincero y holístico con los representantes de los distintos sectores productivos del país, para que sean ellos que cuenten sus necesidades y expectativas en torno a la nueva realidad, al futuro del empleo y de la economía.

 “No actuar equivaldría a dejar que nuestro mundo se volviera más mezquino, más dividido, más peligroso, más egoísta y simplemente insoportable para grandes segmentos de la población mundial. No hacer nada no es una opción viable”.

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